Claudia quería crecer antes que las demás niñas por lo que los peligros a los que se sometía, por tanto, siempre eran más peligrosos. Rodeada de crímenes, asesinatos y personas extrañas, Caperucita, sin saberlo, se adentró en la boca del lobo.
Tras sentir como el miedo corría por su cuerpo, la pequeña empezó a sospechar que el culpable de los asesinatos estaba más cerca de ella de lo que pensaba en un primer momento.
Habían varios individuos que levantaban sus sospechas como el novio de su madre, quien la miraba de forma muy singular. Además, su compañero de instituto era un lobo solitario al que la muerte y lo misterioso le agradaban en gran medida y, por último, el vecino de su abuelita, al cual rodeaba un aura de lo más siniestra.
La historia comienza...