Javier y Adriana se encuentran encantados de haberse conocido y siguen con su historia de amor, sin saber el gran problema que se les avecina. El marido de Adriana, Eusebio, descubre que esta le está siendo infiel y jura venganza al joven de los Alarcón, que como siempre no podía estar quieto. Por lo que ahora el joven Javier deberá pagar las consecuencias de su pequeña y breve historia de amor.
Mientras tanto el Inspector Ayala tiene trabajo para rato… Detiene a Julio acusándolo de asesinato, algo que este jura y perjura no haber cometido. Julio intenta exculparse de los cargos y se siente impotente por lo que acusa a Cecilia, una antigua novia que tuvo hace un tiempo, que asegura que lo usó para cargarlo a él con la culpa del asesinato.
Por lo que las prioridades de Julio cambian repentinamente convirtiéndose en su objetivo principal dar con Cecilia, ya que es la única oportunidad que le queda para poder librarse del garrote y demostrar que realmente es inocente de lo que se le acusa.
Además en detective Ayala sigue adelante con sus insistencias sobre desenterrar al difunto Don Carlos Alarcón, por lo que al final se decide analizar el cuerpo una vez exhumado. Lo que nadie sabe es que los resultados que traerá este análisis cambiaran por completo el proceso de la investigación.
Por su parte, el marido de Sofía viéndose en tal situación, decide vender todo el patrimonio familiar que posee para tener un colchón por si vienen mal dadas. Sin quedarle nada a lo que agarrarse, a Alfredo solo le queda una alternativa, hacer caso a su mujer y luchar por el puesto de Director del Gran Hotel.
Alfredo le plantea la posibilidad a Doña Teresa de ejercer en el nuevo puesto ocultándole que está en la ruina para que la respuesta no venga condicionada. Doña Teresa acepta su dirección siempre y cuando el joven pague todas las deudas pendientes que trae consigo el negocio familiar. La pregunta es, ¿Que hará el joven Alfredo para conseguir el dinero o como podrá salir de esta?